Partimos del abrevadero de La Presilla y dejamos el arroyo de Los Barrancos a la izquierda, lo cruzamos y continuamos arroyo arriba, pero caminando junto a él, a nuestra derecha. En el margen comienza un inmenso repertorio de plantas de ribera, como zarzas, juncos, los sempiternos nogales y algún que otro granado. Al frente el Cerro del Esparto, que en otro tiempo proporcionó la fibra esencial para entretejer cestos y otros enseres esenciales para los labriegos. En sus faldas, una antigua noria, hoy ya sin sus cangilones, que recogía el agua de la Mina para regar los campos. Nuevamente cruzamos el Arroyo de los Barrancos y pasamos entre almendros hasta que giramos a la izquierda y, por un simulado túnel de maleza, descendemos por unas escaleras excavadas en el ribazo y se nos descubre el Sillón de la Reina.
El agua, en un paciente trabajo de siglos, ha esculpido una oquedad en donde tienen su trono las jóvenes ‘encantás’ que recorren los ríos y los puentes de Frailes. En sus pozas, los muchachos se bañan para refrescarse durante la canícula. En este remanso de paz, disfrutará el senderista de la sinfonía de ruidos de la naturaleza.